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Bellas Artes Salta

Presentación de libro “Ajtuss” del artista Carybe

El martes 6 de agosto del 2024 a las 18 hs se presentó en el Museo Bellas Artes Lola Mora  “Ajtuss” del gran artista Carybe. 

La obra fue reeditada por la Secretaría de Cultura de la Provincia después de 60 años de haber sido publicada en Buenos Aires.

Integran este volumen una serie de magníficos dibujos de Carybé que describen las escenas y el espíritu de los mundos que fue descubriendo en sus periplos por Latinoamérica acompañados por un relato en prosa de impecable y original factura.

Precedido por un prólogo del célebre poeta brasileño Newton Freitas y con el impecable diseño de su nieto Gabriel Bernabó, Carybé, retorna con esta publicación a Salta donde vivió y en cuya cultura tuvo una notoria y decidida influencia.

La presentación de Ajtuss estuvo a cargo del poeta Leopoldo Castilla.

Ajtuss de Carybé

Fue en la década del 40 cuando, siendo joven aún, Carybé (nacido Héctor Bernabó, en Lanús, Buenos Aires) llegó a Salta en una de sus travesías por América Latina, continente que habría de ser un venero esencial en su obra luminosa y fecunda que ya es un legado de la mejor pintura contemporánea.

Hecha a contracorriente del europeísmo que predominaba en la metrópolis su influencia en la plástica del noroeste argentino confluyó con la de la gran pintora austríaca Gertrudis Chale, quien venía de pintar, con una visión y sensibilidad inéditas el paisaje y los hombres de la Bolivia andina.

Ambos se hicieron amigos de poetas, músicos y pintores salteños, grupo al que se sumaron también maestros excepcionales como Luis Preti, Raúl Brié, y, posteriormente, Jorge Hugo Román, Esdras Gianella, Rodolfo Argenti, Osvaldo Juane, entre otros. Todos, convocados por el pintor Carlos Luis García Bes que acababa de fundar la Escuela Provincial de Bellas Artes, se radicaron aquí, dando un impulso renovado y excepcional a la cultura de nuestra provincia.

Durante esos años, Carybé que “enseñaba a mirar”, como recordaban sus amigos fue, con su influencia, un detonante esencial de esa explosión creativa en la región cuya fuerza y envergadura permanece intacta hasta nuestros días.

La Directora del MBALM Marcela López Sastre, junto a Leopoldo Castilla

La Aventura

Pero hagamos un racconto para ver cómo nace esta obra del espíritu aventurero de este artista.

En 1941, Carybé era ilustrador en Buenos Aires de dos publicaciones: Saber Vivir y Vea y Lea y, también, del primer calendario de la empresa Esso. Con el dinero obtenido por este trabajo, inicia un largo viaje que lo llevaría desde el río Paraná, y luego por el río Paraguay hasta Asunción y de allí, siempre navegando, hasta Corumbá para luego embarcarse hasta Cuiabá, la capital de Mato Grosso. En Cuiabá  tras conocer los garimpos de Poxoreu, Lageado y Cassanunga fue a dar con la cabecera del río Das Mortes, y luego por el Río San Francisco en busca de la banda del legendario bandolero Lampiao, al que no pudo encontrar. Decía Carybé: “erré en el tiempo, mas no en el lugar porque ellos murieron en la ribera del río San Francisco”.

Cuando llegó a Bahía, junto a su amigo argentino Mauricio Costa, la sed de camino lo llevó hasta Manaos y Belem en el norte de Brasil desde donde descendieron, a veces en tren y otras en barco, hasta  Bolivia, país que recorrió de norte a sur. Y fue en el final de esa travesía cuando en 1942, llegó a Salta.

Aquí  realiza tres exposiciones e ilustra el libro Luna Muerta de Manuel J. Castilla y, posteriormente, El Verde vuelve del mismo autor.

En el tiempo que anduvo por estos pagos, más exactamente en 1943, fue invitado por el doctor Manolo García Bes en un viaje a caballo desde El Ceibal hasta Orán investigando una epidemia que asolaba la región. Al año siguiente los doctores Villagrán y Cermesoni lo integran a una expedición, también a caballo, para atender a los enfermos de una peste bubónica que asolaba la región atravesando tres abras: la del Cóndor, de 4600 metros; Abra Colorada, de 3800 metros y Abra del Chivo de 5200 metros sobre el nivel del mar.

En Salta conoce también a Nancy Colina Bailey quien sería su compañera de toda la vida y con quien se radicaría de definitivamente en Bahía, ciudad que lo reconocería, junto al escritor Jorge Amado, como los creadores que rescataron su maravillosa cosmogonía.

Estas y, seguramente otras andanzas, fueron registradas en los dibujos que integran este libro y que ustedes podrán observar con mayor detención mientras leen el relato que las describe, también de la pluma de nuestro artista, donde se revela como una excelencia de estilo, vuelo y profundidad.

Ya lo dice Freitas en su hermoso prólogo: Carybé volaba con dos alas: una en el Brasil donde vivió parte de su infancia y otra en la Argentina. Y como amaba todo, para retener lo que veía, decidió transformarse en Ajtuss, una criatura que había nacido “antes que todos los antes”.

De ese modo hizo suyas todas la épocas, todos los hombres y mujeres, todos los árboles, los animales y los ríos que vagan por Latinoamérica con media sombra en este mundo y la otra en la imaginería.

Observador finísimo, le basta un trazo y captura la época, la vida y la leyenda de todo lo que mira. Los personajes, las escenas y los paisajes del Altiplano, del Chaco salteño, de la negritud en Brasil con su santería, suman a su calidad artística el constituir un rescate histórico de singular valía.

 Y, como dije, he aquí que el pintor nos revela uno de sus dones más ocultos: el de ser también un narrador de primera agua. Una prosa magnífica anticipa, ya en esa época, la visión que años después consagraría al llamado realismo mágico, como sello de la nueva narrativa de América Latina.

Daniel Bernabó, su nieto, tuvo el acierto de unir el texto a la secuencia de los dibujos lo que lleva al lector de asombro en asombro por esta doble travesía.

Ajtuss con los ojos de Carybé toma posesió para siempre de ese legad maravilloso. Y

Ahora está en el corazón del monte.
Larva de sí mismo.
Esperándolo al tiempo.

Ajtuss, como Carybé, sabe que los tiempos no tienen dónde ir.

Y que van a volver.

Porque son suyos para siempre.

Leopoldo Castilla