Litania nació el 1 de septiembre de 1956, en el pueblo wichí de Misión Chaqueña, segunda hija de Teodora Palma y Juan Prado. El hogar era un área toscamente cerrada a la sombra de algarrobas con una simple choza de adobe que proporcionaba refugio.
Los padres de Litania eran miembros del pueblo indígena wichí cuyo estilo de vida de cazadores-recolectores había cambiado poco desde tiempos prehistóricos y estaba en sintonía con el duro entorno y la sensible ecología de la región del Chaco.

Pero Litania creció en una época de cambios. Ya se habían introducido animales de pastoreo. Se estaba talando el monte para dar paso a la agricultura y los jóvenes empezaban a encontrar trabajo estacional fuera de casa.
Físicamente una forma de vida dura, con escasa protección contra las altas temperaturas del verano o el frío del invierno y a menudo hambrienta, la infancia de Litania también fue libre, segura dentro de su familia extendida. Recuerda trepar a los árboles, jugar con hermanos, recolectar agua, expediciones al bosque para recolectar leña, frutos del bosque en temporada, y las fibras utilizadas para hacer el hilado del chaguar. Cuando cumplió seis años Litania empezó la escuela. Aprendía rápido, amaba a sus maestros y la vida escolar hasta que completó su educación primaria a los doce años, sabiendo leer y escribir tanto en español como en wichí.
Lo más destacado para ella fueron las fiestas que se celebran anualmente el 25 de mayo. El marido de la cocinera hacía sandalias de cuero tosco para cada niño para la ocasión, y las niñas llevaban vestidos largos de papel y muñecas de tela atadas a la espalda y bailaban. Cuando las sandalias se deshacían y las muñecas se caían, todo se sumaba a la diversión.
La iglesia también jugó un papel importante en los primeros años de Litania y recuerda las clases de catecismo donde Nélida era su maestra. El punto culminante del año eclesiástico era Navidad, cuando había comida para todos después del servicio religioso y por la tarde todos se reunían para practicar deportes y juegos para todas las edades.
Siendo especialmente capaz, a Litania le ofrecieron trabajo después de terminar la escuela. Ayudaba en la casa de un misionero residente dos mañanas a la semana, lavando y planchando. Con el dinero que ganaba podía comprar comida, material para ropa y zapatos. Los domingos ayudaba en la escuela dominical enseñando catecismo a los niños más pequeños.
Litania era una de las jóvenes más prometedoras de la aldea, pero justo cuando parecían abrirse oportunidades para ella mientras continuaba trabajando en casas y daba clases de idiomas a los nuevos misioneros, comenzaron los primeros síntomas de la artritis reumatoide.
Cuando tenía 21 años un médico de la ciudad de Salta, a 190 kilómetros de su casa, le dijo a Litania que padecía artritis reumatoide. Le explicó que si bien no existía cura y la enfermedad progresaría, podrían ayudar a aliviar el dolor que padecía. Ella recuerda que él le dijo que era importante desarrollar su mente, mantenerse ocupada, estar entre sus amigos, estar en paz y disfrutar de la vida: reír. Todo esto, le dijo, ayudaría a su condición mientras que la amargura, la ira y el resentimiento la empeorarían.

Y Litania siempre fue positiva y una líder a pesar de que la enfermedad progresó rápidamente, de modo que cuando tenía 28 años ya no podía caminar y era totalmente dependiente. Los tiempos en casa eran difíciles y las visitas al hospital disminuyeron. Sin entablillar sus extremidades afectadas ni fisioterapia, el cuerpo de Litania quedó fijo en ángulos incómodos, lo que le dificultaba moverse.
Otro dolor: su madre, que había sido su devota cuidadora, desarrolló cáncer y en tres meses había muerto. Ahora eran principalmente su hermana Florentina (o Florencia) y su sobrina Teodorina quienes se ocupaban de ella.
Aún más problemas. Litania también estaba perdiendo la vista. Sucedió gradualmente, pero en 1994 lo único que podía distinguir era entre luz y oscuridad. Es comprensible que Litania se deprimiera profundamente. Perdió peso porque incluso comer le resultaba difícil.
“Me dieron pan”, recuerda, “pero si nadie me cuidara como una madre cuida a un niño pequeño, sentiría el batir de las alitas de pollo y me arrebatarían la comida de la mano”.
La vida no podía ser mucho peor, por lo que Litania se negó a escuchar a quienes a su alrededor intentaban disuadirla de aceptar la posibilidad de una operación de cataratas en Salta.
Así, en septiembre de 1994, la operación se llevó a cabo con éxito y el cirujano que había renunciado a sus honorarios recibió una recompensa completa cuando le quitó el vendaje y vio por la expresión de su rostro que ella podía ver de nuevo.
“Era como si no me hubieran operado”, sonrió al recordar. “¡Era como un bebé! ¡No podía dejar de mirarlo todo!”, ella se rió. El viaje a casa duró 6 horas.
Mientras ella estaba sentada en la camioneta junto al Ingeniero Agrónomo Alejandro Dean, él aprovechó el tiempo para desafiarla: “Ahora que tienes la vista, ¿qué vas a hacer? ¿Escribir tal vez un libro?”
Se intentó, pero escribir era demasiado difícil para los dedos deformes de Litania.
La siguiente idea de Alejandro Dean fue intentar con la pintura. Litania estaba entusiasmada con la idea. Ella recordó haber estado en la casa de Helen y haber quedado fascinada por un cuadro con hombres pescando. Le recordaba a su gente en casa y anhelaba poder pintar un cuadro como aquel, pero nunca imaginó que podría intentarlo. Entonces, en su siguiente visita a Salta, Dean organizó que ella pasara tiempo con el maestro y artista Jorge Marino, quien la introdujo en algunas técnicas simples.
Así que ahí empezó todo. Necesitaba mucha paciencia y ánimo pero un mundo nuevo empezó a abrirse para ella.
“Mis primeros cuadros no fueron buenos”, admite. “La gente parecía como soldados, rígidos”.
En los últimos años de su vida asistió a exposiciones de su obra en Salta y Buenos Aires. Mientras la sujetaban al asiento del avión para su primer vuelo, se preguntó sobre su vida: “Aquí estoy. ¡No puedo caminar ni hacer nada por mí misma y, sin embargo, estoy volando en las nubes!”
Litania fallece en Misión Chaqueña, Salta, en 2006.

Algunas de sus exposiciones:
“Soy pintora wichí”. Museo de Bellas Artes Lola Mora. Salta, marzo y abril de 2025.
“Litania Prado. Creando escuela – Cosmovisión wichí”. Museo Casa de Arias Rengel, Salta, 2018.
“Los wichí pintan su mundo”. Muestra homenaje a Litania Prado. Organizada por el Museo Casa Arias Rengel conjuntamente con el Museo de Arqueología “Pío Pablo Díaz”. Casa Tedin, Cachi, Salta, enero-febrero de 2014.
“Los wichí pintan su mundo”. Muestra homenaje a Litania Prado, con obras de Reinaldo Prado, Sara Díaz, Laura Prado y Emilia Ferreyra. Museo Casa de Arias Rengel, Salta, octubre de 2012.
Exhibición en la Casa de Salta (CABA) de obras de Litania e Ilhintes (Reynaldo) Prado. Buenos Aires, marzo de 2006.
Fuentes:
Las fuentes para esta biografía son, fundamentalmente, orales: Patricia Munday (misionera de la Iglesia Anglicana), Alejandro Deane, Jorge González, María Fernanda Sola y Jorge Barbatti.